sábado, 12 de enero de 2013

5+5 La fuerza de la fragilidad


    Hay encuentros que son tan felices, tan acertados y fértiles, que nos hacen olvidar su origen azaroso. Esta reunión de artistas se ha producido gracias a los contactos y a las afinidades personales en los cuales es tan importante el reconocimiento de la sensibilidad gemela como la casualidad. De este modo, la vocación y la pasión artística generan aproximaciones sorprendentes como las de estas cinco artistas afincadas en Barcelona y estas cinco artistas chinas. Hay entre ellas una gran distancia geográfica y cultural, pero en nuestra civilización actual de internet estas distancias ya no tienen sentido o tiene un sentido diferente. Una chispa de interés, la constatación de una afinidad sutil, una necesidad de diálogo e intercambio, la curiosidad y la generosidad, han sido los alicientes suficientes para iniciar un trabajo colectivo.

    5+5 es un proyecto expositivo, es una edición, una obra colectiva con doble formato para el encuentro entre artistas y para el encuentro con el espectador. La exposición es el lugar para transitar, para enfrentar y comparar piezas importantes.
La caja de litografías es un contenedor secreto de maravillas. No es ni una simple carpeta ni un pretencioso cofre, sino un dispositivo para contemplar, para la mirada y para el tacto, que nos permite meditar sobre lo efímero y lo secreto, sobre la belleza y sobre la imperfección. A modo de breves apuntes y como invitación, podemos aportar aquí unas primeras impresiones, del trabajo de las artistas de 5+5. Abramos la caja...

    De Maribel Mas destaca el gesto. A veces es un rastro leve de rojo, un eco de la sangre. En otros es ímpetu y decisión. Hay aquí, reunidos, belleza y dolor. Maribel Mas es una maestra en el arte de la litografía tradicional y destila de la piedra texturas de una sutileza inefable. Núria Rossell incluye el verde en su obra, pues está cargada de savia. El paisaje y la escritura se confunden, unidas por la textura del grafito. Rosa Solano es la más texturada y matérica, en la tradición del informalismo catalán. Sus estructuras ortogonales evocan el paso del tiempo, un palimpsesto arquitectónico de gran poder evocador, ciertamente romántico. En el trabajo de Victoria Rabal pueden haber referencia figurativas muy claras. La piel, las escamas de los peces, la trama de una red, son estructuras que le fascinan y que nos hablan del ritual del gesto, de un orden oculto de las cosas y los cuerpos, atravesados por una unidad secreta. También hay un proceso de velado y desvelado en Matilde Velda. Su limitación deliberada a los blancos nos recuerda al minimalista Robert Ryman, pero en ella no responde a un método analítico sino a una búsqueda del matiz, del significado de la transparencia: de aquí el papel metafórico y poético de sus títulos.
    Las tramas sobre fondo negro de He Guirui nos hablan del sentido y la fertilidad del orden y la contención. Podrían ser tanto patterns como estructuras naturales, porque ambas remiten a un misma necesidad. La homogeneidad permite que se aprecie en su levedad el movimiento y las modulaciones del ritmo. En Qiu Hong nos parece observar un lazo directo con la tradición oriental. Flores y plantas aparecen como impronta, como un rastro paradójicamente transparente, como la naturaleza milenaria detenida en el tiempo gracias al ámbar. En Chen Zijun se adivinan rostros y cuerpos, presencias humanas despojadas de teatralidad. La piel se traduce en rosa y tonos terrosos. Lo sucio y lo delicado forman parte de una misma esencia, frágil y pulsante: la de la vida. Shan Hu Hou se mueve en un registro estrictamente abstracto. Destacan las cualidades escultóricas de su obra. Gesto y construcción forman parte de un mismo proceso. El negro es aquí contundente, preciso y al mismo tiempo dinámico y abierto. En cierto modo, Yang Shun explora caminos semejantes, los de la fluidez y lo atmosférico. Su obra tiene cualidades de levedad, como si hiciera un elogio de lo transitorio. La línea es aquí un camino, un meandro, un trayecto que se explica por sí mismo.

    Qué es lo que relaciona o qué es lo que comparten artistas en origen tan diferentes? Seguramente se una tendencia a lo íntimo, la práctica de un arte delicado cuya calidad técnica y poética les aleja de cualquier concesión a la facilidad. Hay en ellas una consistencia de la fragilidad y una exigencia de lirismo que se puede considerar casi militante, como si reivindicara los derechos de la sensibilidad en un panorama artístico y cultural dominado, bien por el cinismo, bien por la frivolidad.
La reciente 30ª Bienal de Sao Paulo, titulada "La inminencia de las poéticas" ha marcado una posible vuelta del arte contemporáneo hacia lo sensible y la subjetividad como fuente de conocimiento. En esta última bienal brasileña se han conciliado el arte conceptual y la pintura, el arte social y el reflexivo. Ha abierto una vía para redescubrir los discursos realizados desde una subjetividad sincera y modesta, abierta a lo real.

    Hay un riesgo de la delicadeza, un atrevimiento en aceptar la vulnerabilidad del sujeto y del arte, en rechazar la palabrería y hablar desde esa lenguaje silencioso que es la pintura. Las artistas de 5+5 se mueven en este registro sutil. De hecho, sus obras a menudo están basadas en los trazos, o en las trazas. En español, el trazo es el desarrollo de una línea dibujada y una traza es una huella, un rastro. Ambas palabras están emparentadas pero son distintas. Aquí se reúnen. El dibujo es el registro de algo que no puede ser dicho de manera explícita sino en hueco, como una impronta. Seguramente es por ello que la técnica litográfica ha seducido a estas artistas como un lenguaje diferido, el de la estampación. Aquí es necesario hacer un paréntesis. Estamos usando juegos de palabras que no se pueden traducir cuando nos dirigimos a lectores de otras lenguas. En las obras artísticas más sutiles y esencialmente plásticas es justamente cuando se hacen más evidente las limitaciones del crítico para describir, con ambiguas analogías o forzados cultismos, la profundidad del arte y de estas piezas en particular.

    Difícil, pues, traducir con palabras las virtudes esenciales de estas obras. Y más porque en ellas, tanto entre las de la artistas barcelonesas como de las chinas, hay una coincidencia en el papel otorgado a un valor clave de la estética oriental: el vacío. De un modo u otro, en blanco o en negro, el vacío se construye como el paisaje de fondo sobre el cual se puede escuchar la voz del artista. El escritor y calígrafo François Cheng ha acercado esta estética para los occidentales:
"Le Vide n’est pas seulement l’état suprême vers lequel on doit tendre; conçu comme substance lui-même, il se saisit à l’intérieur de toutes choses, au cœur même de leur substance et de leur mutation. (...) Le Vide vise la plénitude."
(François Cheng: Vide et plein, 1979)
El vacío es pues una condición necesaria para comprender la realidad. Es, paradójicamente, el andamio sobre el que se sostiene la obra de arte. El vacío es una respuesta y es un lugar: el momento en el que se resuelven armónicamente los conflictos y los procesos de la vida. En contra del exhibicionismo y del griterío de nuestra sociedad mediática, el descubrimiento del vacío permite una meditación eficaz y fecunda.

    Paralelamente, este conjunto de artistas comparte también otra cualidad de genealogía oriental: la conciliación de los contrarios y el rechazo del dualismo escindido. Esto las sitúa en las antípodas de las divergencias simplistas propias de las mentalidad mecanicista y machista. Tanto si se produce un baile entre negativo y positivo, entre línea y vacío, entre negro y blanco, como si se construye una obra sobre las veladuras, los matices, las gradaciones infinitas, en todos los casos se rechaza una construcción unívoca y determinada, empobrecedora, de la expresión, en beneficio de una defensa de lo complejo.

    La dialéctica del papel encaja con esta sensibilidad. En un presente en el que está siendo sustituido (seguramente para el bien de nuestro planeta), el papel tiene unas cualidades táctiles y visuales irremplazables. Además, es un símbolo popular y universal de creación y esperanza: el de la página en blanco como reto y promesa. El blanco es el espacio, la pureza, el silencio. El negro de la tinta es la expresión, la elocuencia, la afirmación. La elevación de lo ambiguo sobre lo real y el elogio de la fragilidad no significan que no haya energía en estas obras. De hecho, incluso en algunas se expresa cierta violencia, la fuerza del gesto, la tensión del orden o la relación dolorosa con el cuerpo. Estos aspectos íntimos son tratados siempre, en todo caso, con pudor y honestidad. Agua, piedra, luz, tinta, sangre, piel, espacio, signo y escritura se conjugan de manera tensa y armónica a la vez. Hay aquí unas virtudes clave: como la intimidad y la concisión, que en una época de saturación y excesos, adquieren una dimensión moral. El proyecto 5+5 representa una de las opciones más legítimas para el arte hoy, una fuente recobrada de fuerza y pertinencia: la opción de la sensibilidad basada en el oficio y el atrevimiento, en la tradición y la libertad.


Alex Mitrani